Toyota, uno de los principales fabricantes de automóviles a nivel mundial, ha revelado recientemente un aumento alarmante en sus emisiones de gases de efecto invernadero. Según el informe anual de sostenibilidad de la compañía para 2022, sus emisiones alcanzaron un total de 575 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente, posicionándola justo detrás de Canadá en términos de emisiones a nivel de país. Esta cifra recién revelada representa un aumento significativo del 45 por ciento con respecto al año anterior.
El repentino aumento en las emisiones se puede atribuir a que Toyota ha revisado sus métodos de contabilidad para cumplir con un fallo europeo que requiere que los fabricantes de automóviles consideren las emisiones a lo largo del ciclo de vida asociadas con el uso de sus vehículos. Esta mayor transparencia, aunque obligatoria, ha arrojado luz sobre la huella de carbono de la compañía. Sin embargo, los expertos de la industria advierten que aún puede haber «bombas de carbono» no reveladas dentro de los registros de Toyota, esperando ser descubiertas.
Lo que hace aún más controvertida la revelación de las emisiones de Toyota es la resistencia histórica de la compañía a las regulaciones de emisiones y a la tecnología de vehículos eléctricos (VE). De hecho, un informe de Transport & Environment del año anterior alegó que Toyota había subestimado sus emisiones en un asombroso 69 por ciento. Este informe se refirió a los próximos cambios en Europa como una «bomba de carbono que hace tic-tac» para los fabricantes de automóviles que durante mucho tiempo han minimizado el impacto ambiental de sus productos.
No se debe subestimar el impacto de las emisiones de Toyota. El grupo activista Eko afirma que las emisiones de la compañía ahora superan las de algunas de las principales corporaciones petroleras, lo que podría situar a Toyota como el duodécimo mayor emisor del mundo si se considerara como un país.
Aunque la mayoría de las emisiones de los fabricantes de automóviles se incluyen en el Alcance 3, que se refiere a las emisiones indirectas dentro de la cadena de valor de la compañía, una parte significativa de estas emisiones proviene de la categoría de «uso del producto», que incluye los vehículos utilizados para su propósito previsto.
En un esfuerzo por abordar estas alarmantes cifras de emisiones, Koji Sato, el recién nombrado CEO de Toyota, tiene la tarea de transformar la postura de la compañía con respecto a las emisiones de carbono. Con el fracaso de la estrategia de celdas de combustible de la compañía y el rezago en la adopción de vehículos eléctricos de batería, Sato enfatiza la necesidad de un enfoque «primero en las baterías».
La renuencia de Toyota a adoptar vehículos de emisión cero ha sido evidente, ya que la compañía se ha centrado en los automóviles de hidrógeno mientras que las opciones con baterías de iones de litio han ganado popularidad. Aunque la compañía ha dado un giro reciente hacia los vehículos eléctricos, el informe de sostenibilidad revela que solo 500 de cada 499 vehículos vendidos por Toyota están alimentados por combustibles fósiles. Esta disparidad llamativa adquiere aún más importancia al considerar que solo en Australia se vendieron 65,000 vehículos eléctricos nuevos en los primeros nueve meses de 2023.
Organizaciones ambientalistas, como Greenpeace e InfluenceMap, han identificado a Toyota como uno de los principales lobbistas climáticos negativos a nivel mundial. Se acusa a la compañía de hacer lobby en contra de los estándares de contaminación vehicular y de obstaculizar la adopción generalizada de los vehículos eléctricos.
Dado el énfasis de Toyota en la sostenibilidad y en establecer una sociedad en armonía con la naturaleza, los activistas ambientales han criticado las acciones de la compañía como «greenwashing». La disparidad entre el discurso de Toyota y sus cifras reales de emisiones deja a millones de consumidores confundidos y socava los esfuerzos para hacer la transición hacia un transporte más limpio.
Mientras Toyota lidia con las consecuencias de la revelación de sus emisiones, la esperanza reposa en el compromiso del nuevo liderazgo para impulsar el cambio. Toyota debe superar su legado de resistencia y abordar la necesidad urgente de alinear sus operaciones con los esfuerzos globales para combatir el cambio climático. Solo entonces la compañía podrá afirmar verdaderamente ser un ciudadano corporativo responsable en la industria automotriz.
Preguntas frecuentes
- ¿Cuánto aumentaron las emisiones de gases de efecto invernadero de Toyota?
- ¿Qué impulsó a Toyota a revelar las cifras de sus emisiones?
- ¿Ha revelado Toyota todas sus emisiones?
- ¿Cómo se comparan las emisiones de Toyota con las de otros países y corporaciones?
- ¿Cuál es el enfoque de Toyota hacia los vehículos eléctricos?
- ¿Cómo ha sido criticado Toyota por las organizaciones ambientalistas?
- ¿Cómo se alinea el discurso de sostenibilidad de Toyota con sus cifras de emisiones?
Las emisiones de gases de efecto invernadero de Toyota aumentaron un 45 por ciento con respecto al año anterior, alcanzando un total de 575 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente en 2022.
Toyota revisó sus métodos de contabilidad para cumplir con un fallo europeo que exige que los fabricantes de automóviles tengan en cuenta las emisiones a lo largo del ciclo de vida asociadas con el uso de sus vehículos.
Aunque la divulgación reciente brinda mayor transparencia, los expertos sugieren que aún puede haber emisiones no reveladas, denominadas «bombas de carbono», en los registros de Toyota.
Si Toyota se considerara un país, sus emisiones la ubicarían justo detrás de Canadá. Además, el grupo activista Eko afirma que ahora las emisiones de Toyota superan a las de algunas de las principales corporaciones petroleras.
Toyota ha sido reacio a adoptar vehículos eléctricos, dando prioridad a los automóviles de hidrógeno. Sin embargo, el giro reciente de la compañía hacia los vehículos eléctricos es evidente, aunque los vehículos alimentados por combustibles fósiles todavía dominan sus ventas.
Organizaciones ambientalistas como Greenpeace e InfluenceMap han etiquetado a Toyota como uno de los principales lobbistas climáticos negativos a nivel mundial. Se acusa a la compañía de obstaculizar la adopción de vehículos eléctricos y de hacer lobby en contra de los estándares de contaminación vehicular.
Los críticos argumentan que el énfasis de Toyota en la sostenibilidad y en establecer armonía con la naturaleza contradice sus cifras reales de emisiones. La disparidad entre el discurso y las emisiones socava los esfuerzos para hacer la transición hacia un transporte más limpio y es considerada como «greenwashing» por los defensores del medio ambiente.